La Cope, racista

La radio es el medio más adictivo, por encima de la televisión que se lleva la mala fama. Siendo corresponsal en el Cono Sur americano caí en esa costumbre y llevaba un transistor en el bolsillo trasladándome de un sitio a otro con un botón sonoro en un oído. Siempre conectaba la misma emisora: Radio Belgrano, desde cuyos micrófonos Evita Perón sublevó a las masas, con buenos informativos generalistas y un español correcto libre de anglicismos; nunca te dicen parking sino estacionamiento y jamás stop sino pare.Llevé mi vicio, que aún conservo, a meter la radio en la cama y dormir con ella prendida. Podía estar sumido en un sueño profundo pero si el informativo daba alguna noticia importante despertaba súbito, lo que me resultaba muy útil teniendo con mi redacción seis horas de diferencia.Esa adicción parecen padecerla los autores de la Educación para la Ciudadanía editada por Akal. El libro es un panfleto radical socialista que por sí mismo justificaría la supresión de la asignatura. Lo perpetran dos filósofos, Carlos y Pedro Fernández Liria, y el investigador (?) Luis Alegre Zahonero. No dedican una palabra a los medios de comunicación excepto en la página 224 en la que se puede leer: «Desde que Oriana Fallaci, tras el 11-S, dio el pistoletazo de salida para dejar de morderse la lengua y ser racista sin remordimientos, la filosofía de los halcones del Pentágono ha ido siendo cada vez más aplaudida por personajes como -por citar casos españoles- César Vidal, Jiménez Losantos o Gabriel Albiac, quienes, por ejemplo, han «argumentado» contra el presidente venezolano Hugo Chávez llamándole «negro», «gorila» y «himpancé», y contra el presidente boliviano Evo Morales llamándole «caracastaña».Pero estos racistas militantes no encontrarían tanto eco y audiencia, tantos medios públicos a su disposición, tanta tolerancia y tanta impunidad, si sus palabras no cayeran sobre una sociedad que ya está ideológicamente enferma y moralmente corrompida».En Suramérica «negro», por el color del pelo o la tez, se aplica incluso cariñosamente entre los amantes, y «gorila», o sinónimos simiescos, se aplica a los militares que han dado un golpe de Estado. «Caracastaña» es el «caradepan» español sin ningún tilde racista. Estos retroprogres quieren hacer políticamente correcto el idioma en las dos orillas, y, de paso, colocarle el sambenito a los obispos. Hay que tener cuidado con ellos: la palabra moro la han exterminado de nuestros medios de comunicación. Apellidos como Moro y Matamoros, Mauritania como territorio de moros, hay moros en la costa, mora de la morería, bajarse al moro, todo laminado por el Magreb como los negros por los subsaharianos. Inocular estas majaderías en la mente de los escolares sí que resulta incorrecto.@FIRMA:MARTIN PRIETO